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LUIS PAADÍN EN LA CENA DE CHÂTEAU MOUTON ROTHSCHILD ORGANIZADA POR LOS “GRANDS CRUS CLASSÉS EN 1855 MÉDOC ET SAUTERNES” EN HONOR A LA PRENSA INTERNACIONAL. ¡GRACIAS HADA MADRINA!

Voy a cumplir veinte años en el sector y he tocado casi todos los palos, desde poner vinos, impartir docencia, elaborar vino, hasta escribir sobre vino. Hace 16 años organicé el primer viaje para los sumilleres de Galicia a Vinexpo; allí oí hablar de algunas cenas y catas que creía inalcanzables. De todas ellas, la que más me fascinaba, quizás por lo mítico de sus vinos y la imagen elegante y glamurosa de sus Châteaux y propietarios, era sin género de dudas la que se organiza el día de la inauguración de Vinexpo.

Pues bien, este año, el día 16 de junio, me recogió un autobús a las puertas del recinto ferial y, después de un largo recorrido por delante de un sinfín de afamados Châteaux (Lafite – Latour – Margaux – Durfort , etc.), llegamos al mítico Mouton Rothschild. Allí estaba yo, un asilvestrado “escribidor” de una recóndita costa donde cada 10 años se cubre de “negra sombra” (petróleo, incendios, chapapote, políticos, etc.). El entorno, la elegancia de tod@s y de todo, con el “savoir-faire” de los franceses, me dejó boquiabierto; eso sí, con una copa de champagne en la mano que hace que me sienta seguro.

Perdido como un perrillo y estando en pleno trance de estupefacción, me saluda Paul Pontallier, enólogo jefe y director gerente de Château Margaux (se acaba de vender una botella de la bodega por 144.000€). Sin reparar en que delante tenía a uno de los más prestigiosos hombres del mundo del vino, y como hacía un par de meses el propio Paul Pontallier había sido tan gentil de organizarme una visita y cata privada que compartí con mis dos entrañables amigos y compañeros de “fatigas”, Santiago Castro y Agustín Alonso, directores técnicos de las DD.OO. Toro y Ribera del Duero respectivamente (le estaré eternamente agradecido, en otro artículo contaré la experiencia), yo, crecidito por ello, cuando me formula la pregunta de cortesía de “¿cómo te encuentras?, le respondo que sobrecogido por la puesta en escena, y me contesta que él también está impresionado, y añade que sólo la familia Rothschild puede hacer estos eventos con ese despliegue de poderío. Su amable respuesta tratando de consolarme, no hizo más que aumentar en mí el desasosiego propio de encontrarse uno totalmente fuera de lugar. Ante tal desazón, no me quedó más remedio que serenarme con un poco más de champagne. Toda la velada fue un auténtico alarde de elegancia, “chapeau”.

Congregaron a más de trescientos periodistas procedentes de todo el mundo (solo 5 españoles), la mayoría habían venido exprofeso (no se quedaron a la feria, para ellos era irrelevante), mezclados con un centenar de los más afamados bodegueros y, como no, un rimero de políticos franceses, primer ministro, ministro, prefecto, subprefecto, alcalde, etc., que supongo que serán como los de aquí, pero hablando en francés.

A tal punto llegó el esplendor de la puesta en escena, que los vinos, dos añadas por bodega Grands Crus Classés en 1855 Médoc et Sauternes, casi pasaron a segundo plano.

Los vinos del pre-aperitivo Sauterner, Barsac (Premiers Crus y Deuxiérmes Crus) y Champagne con 6 chefs elaborando 12 tipos foie gras. Luego, ya en el comedor, los vinos asignados para la comida y los de elección de los propios comensales.

Después de haber probado todo esto, mi mujer dice que mis besos saben igual, que desilusión, ¿y para eso he hecho ese enorme esfuerzo?

À votre santé.

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