LOS PAADÍN EN EL CONCOURS MONDIAL DE BRUXELLES MÉXICO
Un año más tenemos el inmenso honor de formar parte del equipo de 350 catadores internacionales de más de 45 países que configuran el Concours Mondial de Bruxelles.
Si ya es difícil que te convoquen como catador a este prestigioso concurso, más complicado es todavía que padre e hijo podamos compartir esta experiencia juntos y durante tantos años seguidos. Es algo único.
Como siempre, vinimos cargados de Guías de vinos de Galicia para mostrar a periodistas, sumilleres y agentes de compras internacionales, la increíble diversidad y calidad de los vinos gallegos.
Aunque nuestro último viaje a México fue hace apenas un año y medio, no resta un ápice de emoción a esta edición que se desarrolla en Guanajuato. México siempre apetece, gusta y enamora.
LUIS PAADÍN:
Soy nieto de abuela indígena maya yucateca (sólo hablaba maya) del pueblito de pescadores Sisal, que tomó su nombre del Agave sisalana (actual El Progreso) de T’ho, cuyo significado es “Cinco cerros” (Yucatán – México) e hijo de padre yucateco de sangre y nacimiento. Sin molestarme ciertas miradas de desprecio, risitas y calificativos de adolescentes, lo he llevado toda mi vida con orgullo; y a pesar de que mi hijo Alejandro ya había estado en varias ocasiones con motivo de trabajo para el ICEX, yo nunca había estado en México.
Agradezco al Concours Mondial de Bruxelles que me brindara la oportunidad de visitar Guanajuato, el estado del origen de la independencia de los Estados Unidos Mexicanos. Reconozco que he ido con cierta zozobra, ya que las noticias que aquí nos llegan son preocupantes y las imágenes de la publicidad de los “resorts” de la costa de mi tierra paterna nunca me resultaron atractivas como destino de viaje; y es que es eso: publicidad, que por definición miente, como los anuncios de los juguetes de los niños.
México es prácticamente 4 veces España, con una de las mayores diversidades de climas, suelos, plantas y animales del mundo, está en el grupo de países megadiversos. He vuelto eufórico, ha sido un tobogán de emociones, las canciones de mi juventud, la diversidad de etnias, más de 60 pueblos indígenas, sus rasgos, sus vestimentas, su colorido, su gastronomía variada, llena de color, frescura y sabor. Me he encontrado con mezcales y tequilas, que nada tienen que ver con los que habitualmente se toman aquí, ahora sí me gustan los margaritas, sobre todo si están elaborados con Agave Espadín . Nos ha coincidido en época de recogida de escamoles “caviar mexicano” y como fieles seguidores del dicho de zonas áridas “todo lo que corre, se arrastra o vuela va a la cazuela”, disfrutamos de un sabor y textura novedosos para nosotros, o los nopales frescos (emblema de la bandera), las guacamayas, las enchiladas mineras, las nieves de pitahaya, de mezcal, de cerveza, de mole…
La sonrisa permanente de sus gentes, la amabilidad de todos con los que hemos podido hablar un mismo idioma. Qué grande es México.
Me encanta México y sus gentes, y allí puedo gritar: Viva México , Viva Guanajuato o Viva Yucatán, sin que nadie me tilde de facha, rojo de mierda, separatista, felón…