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EDUARDO PARDO + QUE UN PROFESIONAL + QUE UN MAESTRO + QUE UN MENTOR + QUE UN AMIGO

No son muchos los profesionales que puedan tener tan amplio bagaje y conocimiento de su oficio, lo que aprendió en su Casa Pardo y en las mejores mesas de medio mundo solo él lo sabe. Te atendía con la misma simpatía y donaire que al más ilustre de sus comensales (mejor metre de España 2008) y por su mesa pasaron desde reyes hasta los más importantes empresarios o premios nobel, creo que solo se alteraba ante Joan Manuel Serrat. Era un hostelero extremadamente generoso de manera natural, este rasgo lo comparte con toda su familia.

Siempre presumo de haber tenido grandes maestros, la mayoría ya jubilados. Edu es de los más grandes, me enseñó mucho del oficio, pero sobre todo me dió grandes lecciones de vida. Él me enseñó a andar por el mundo, en el que ahora me muevo con soltura. Su presencia, la naturalidad con la que se desenvolvía en los más sofisticados eventos. No podré olvidar esa forma suya de presentarse con la mano por delante diciendo: “hola Soy Eduardo Pardo de Casa Pardo”, sobraba lo de restaurante, A Coruña, Galicia o España, era Eduardo Pardo. Me sigue imprimiendo seguridad en mí mismo.

Si hay alguien, después de mi madre, que me haya defendido en este mundo es Él. Han sido numerosas las ocasiones en las que mi carácter contestatario y a veces irreverente me ha llevado a situaciones comprometidas donde él siempre me ha defendido. Como mentor me presentó desde los más influyentes prescriptores, a las más altas autoridades y siempre procurando que se me hiciera un hueco en mi profesión. Sé que allá donde esté, siempre tendré un benefactor.

Mi amistad con él no solo es comer, beber y reír, que sí lo hemos hecho en infinidad de ocasiones. Junto con mi mujer, son las dos únicas personas a las que no les puedo ocultar mis inquietudes. Siempre que he tenido una preocupación, a los pocos minutos de conversación, aunque fuera telefónicamente y de la forma más elegante me preguntaba qué problema había. Tiene unas espaldas enormes y un hombro “mullidito”. Gracias amigo

Eduardo, maestro, amigo, levanto mi copa y una vez más brindo por ti

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