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EMILIO ROJO 2011. La cata de Luís Paadín

Cuando se realiza una cata es recomendable empezar por un vino que no participe en la misma, pero que tenga ciertas semejanzas. El motivo de este procedimiento es garantizar igualdad de consideración para todos los vinos, ya que los catadores siempre tendemos a puntuar a la baja al primer vino de cada tanda. Este primer vino llamado testigo, liebre o de envinar, sirve para que los catadores estimulen sus papilas gustativas, olfato y sobre todo empiecen a poner su máxima atención en lo que van a realizar.

La primera vez que yo probé el vino de Emilio Rojo en cata, hace unos 18 años, el responsable de la organización de la misma, siendo conocedor de que los catadores tendemos a puntuar a la baja al primer vino, colocó de primero el vino de Emilio y sin hacer boca antes.

En esa ocasión yo sabía menos que ahora, por lo tanto cataba bastante mejor, y puntué excelentemente el vino. Cuando el que organizaba la cata comprobó que mi puntuación era elevada, sin decirme la marca me dijo el precio para ver si cambiaba mi puntuación a la baja. Esta vez tampoco le valió la estrategia, ya que yo me reafirmé en mi puntuación pensando ingenuamente que tenía muy buen gusto, ya que por aquel entonces pensaba que los vinos caros siempre eran los mejores. Hoy creo que los buenos vinos no son caros ni baratos, es un problema de mi estado económico.

Todo este rollo para comentar que en la presentación-cata-armonías de Emilio Rojo 2010, recibimos de manera desenfadada a los catadores con una copa del 2010, nada mejor para excitar las papilas y la curiosidad. Después de la sesión de fotocol de los asistentes con el bodeguero,  y más relajados tras un par de copas de su vino y ya sentados  con los manteles de cata delante, numerados con los años de las cosechas, dió comienzo la cata.

Empezamos con cierta desconfianza, ya que el primero de los vinos que presentamos era de la cosecha 2003, todos,

incluido el propio Emilio nos temíamos que estaría cadáver, su color amarillo dorado presagiaba lo peor; la nariz nos hizo esbozar una sonrisa que fue acompañada casi inmediatamente por soeces palabras muy clarificantes de la grata sorpresa, uno de los catadores dijo …… parece un Tokaji. Efectivamente, los amielados y las notas de frutas escarchadas nos dejaron a todos atónitos, ahí estaba el 2003 sin rastro de oxidación y con viveza. Segundo vino magnum (1,5 l.) cosecha 2006 muy vivo de color y con notas de hinojo y acerola, al cabo de un rato recuerdos minerales (silex), en boca pletórico. Seguimos con otro magnum, en esta ocasión del 2008, vivo de color y poco expresivo, cerrado pero sin reducción, en boca espléndido, era cuestión de tiempo;  a la media hora soberbio en nariz también. Sigue el festival, es ahora el turno para otro 2008, en esta ocasión en botella de 75 cl., aquí está el arquetipo del Emilio Rojo, la fruta blanca con algo de frutas de hueso y elegantes vegetales  (fiuncho), fresco y largo. Turno para la cosecha 2009, muy vivo, necesita botella, se anuncia como el 2008 pero es preferible guardarlo un añito más. Volvemos al inicio 2010, como el anterior, pero con la sensación de estar cometiendo algo ilícito, no un infanticidio, pero sí siendo conscientes que es un error beberlo ahora, salvo que uno no pueda esperar. Otra primicia, es la primera colleita vinificada exclusivamente con las uvas de la viña de Leiro

Luego empezamos a disfrutar de todos los vinos acompañados de los platos que nos elaboró Gorka para la ocasión y que detallaré en otro momento, porque me tengo que marchar a Portugal al I Concurso Internacional de Alvarinho, ya contaré a la vuelta.

Conclusión, excelente oportunidad y siempre que se pueda sería deseable beberlos con un mínimo de 3 años.

Salud.

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